festa

*Fotos de un archivo familiar. Toscana 1980. Nunca estuve allí*.

 

La plaza del pueblo estaba llena de gente, se respiraba un olor de algodón de azúcar en el aire y yo solo veía piernas a mi alrededor, largas piernas que caminaban hacia todas las direcciones buscando el mejor lugar para ver el desfile. Mi madre me dirigió con su mano hacia la orquesta. El sonido de panderetas y tambores penetró en mi diminuto cuerpo sacudiéndome los oídos.

 

Minutos más tarde comenzaron a pasar carrozas de gigantes con caras de todos los colores, todos los tamaños, todas las formas.

Ojos tan brillantes como los de un buey.

Sonrisas burlonas.

Narices anchas y achatadas.

Mofletes grandes y sonrojados, de esos que quieres pellizcar.

Y empecé a sentir miedo.

“Ay mamá esto no me gusta” –dije mientras apretaba su mano.

Y mi madre me miró y no hizo otra cosa nada más que reír.

“JAJAJAJAJA”.

Fue una carcajada contagiosa, limpia, fuerte.

“Ríete niño que la risa asusta al miedo” –dijo.

“La risa asusta al miedo” –repitió.

*Photos from a family album. Tuscany 1980. I was never there*.

The town square was full of people, the air filled with the smell of cotton candy, and I only saw legs around me, long legs walking in all directions looking for the best place to watch the parade. My mother guided me with her hand toward the orchestra. The sound of tambourines and drums penetrated my tiny body, shaking my ears.

Minutes later, floats with giants started to pass by with faces of all colors, all sizes, all shapes.

Eyes as bright as those of an ox.

Mocking smiles.

Wide, flat noses.

Big, blushing cheeks, the kind you want to pinch.

And I began to feel scared.

“Mummy I don't like this,” I said as I squeezed her hand.

And my mother looked at me and did nothing but laugh.

“HAHAHAHAHA.”

It was a contagious, clear, strong laugh.

“Laugh, honey, because laughter scares away fear,” she said.

“Laughter scares away fear,” she repeated.